Volver al origen

Volver al origen

La primera vez que oí rugir una Montesa Enduro 250 fue como si el tiempo se doblara. Era el sonido de otra época: polvorienta, salvaje, libre.

Montesa fue eso. Una marca nacida en Barcelona, en un momento donde soñar con velocidad era también soñar con futuro. Y esta Enduro 250, en particular, representaba esa necesidad de salir del asfalto, de buscar caminos nuevos cuando todo parecía ya trazado.

Cuando llegó a mis manos, no era solo una moto. Era un pedazo de historia. Había envejecido, sí, pero su espíritu seguía intacto. Y supe, en ese momento, que Exótica tenía sentido también por ella.

Restaurarla no fue solo una cuestión mecánica. Fue un acto de respeto. Cada pieza, cada detalle, cada marca de uso, tenía algo que decir. Y mi trabajo no era taparlo,…